Los cambios rápidos, la incertidumbre, las alteraciones cognitivas de la post pandemia y el clima nos han dejado exhaustos, física, mental y emocionalmente. Hemos atravesado dos años de desafíos y cambios impredecibles que han generado un tsunami de agotamiento emocional, frustración y sentimientos de confusión.
Bien decía la OMS en 2019 que los retos de salud mental se verían incrementados con el paso de los años y que tendríamos un gran pico en 2030, pero estamos realmente conscientes y accionando entorno al tema? cada uno de nosotros se está haciendo cargo de invertir en el autocuidado y crear un estilo de vida que nos permita lograr el equilibrio?
En el amanecer del 2024, nos encontramos inmersos en una era donde la omnipresencia digital ha tejido su red en todos los aspectos de nuestras vidas. La conectividad constante, si bien nos ha acercado a nuevas oportunidades y posibilidades, también ha generado una creciente presión que no conoce fronteras temporales. La delgada línea entre el trabajo y la vida personal se desvanece, dando paso a un lugar donde el agotamiento encuentra un terreno fértil.
En este contexto, la tecnología se ha convertido en una herramienta indispensable, pero a la vez, en una fuente inagotable de demandas. La notificación de un correo electrónico laboral durante la cena, la necesidad de estar siempre disponible en plataformas de mensajería, y la presión de mantenerse actualizado en las redes sociales contribuyen a un ciclo constante de estar «siempre conectado» del mundo virtual, pero desconectado del aquí y el ahora.
En la vorágine del afán por ser productivos, a menudo olvidamos que el descanso es un componente esencial para mantener un rendimiento sostenible. En el trasfondo del 2024, la búsqueda de la productividad no debería ser un viaje sin fin, sino más bien un camino que reconoce la importancia de pausar y recargar energías. Este año, más que nunca, encontrar el equilibrio adecuado entre la entrega al trabajo y la desconexión consciente será crucial. El tiempo dedicado al descanso no debería ser considerado como una pausa en la productividad, sino como un elemento vital que potencia nuestra capacidad para enfrentar desafíos laborales y personales. La calidad de ese tiempo de inactividad influye directamente en nuestra salud mental y bienestar general. Integrar momentos de relajación y desconexión en la rutina diaria no solo promueve una mayor eficiencia, sino que también contribuye a una sensación de equilibrio y plenitud en nuestras vidas.
Los avances en neurociencia nos ofrecen una nueva oportunidad para comprender y mitigar el agotamiento mediante la identificación de soluciones que se dirijan a cada parte del problema. Las tres dimensiones del agotamiento pueden contrarrestarse con tres capacidades neurológicas a desarrollar: regulación de las emociones, empatía y metacognición.
La investigación revela que las estrategias de regulación emocional pueden ser explícitas, guiadas por procesos conscientes y esfuerzo deliberado, o incidentales, en gran medida inconscientes y dirigidas por regiones cerebrales subcorticales como la amígdala. La aceptación, reevaluación, desvinculación y etiquetado son enfoques cruciales para procesar las experiencias emocionales, fortaleciendo la conexión entre la amígdala y la corteza prefrontal como lo aborde en mi libro De ansiosos y agotados a tranquilos y enfocados. Este fortalecimiento reduce la probabilidad de secuestro emocional, donde los procesos emocionales eclipsan nuestro razonamiento lógico normal.
En otro frente, la empatía surge como la antítesis del cinismo. Los niveles elevados de empatía, relacionados con un entorno percibido como psicológicamente seguro y de apoyo, estimulan la liberación de oxitocina, reduciendo el estrés. Cultivar relaciones empáticas y de apoyo en el ámbito laboral se convierte así en una estrategia efectiva para combatir la despersonalización y el cinismo, contribuyendo al bienestar general.
Por último, la metacognición, o la capacidad de reflexionar sobre el pensamiento, emerge como un recurso valioso para contrarrestar la ineficacia. Monitorizar y ajustar los patrones de pensamiento durante la toma de decisiones es esencial. Además, las recompensas, especialmente las sociales, impulsadas por la dopamina, juegan un papel crucial. Fomentar la autoevaluación y la concienciación puede ser clave para combatir la sensación de ineficacia asociada al agotamiento laboral.
En este contexto dinámico, dotar a los líderes y profesionales de habilidades para gestionar el estrés es esencial. La gestión del talento post-Covid demanda un enfoque proactivo para abordar los desafíos únicos que presenta el entorno laboral actual. Desarrollar habilidades sociales y emocionales para aumentar la conectividad, la autoeficacia y la regulación emocional optimiza el rendimiento y el bienestar, permitiendo a individuos y organizaciones abordar directamente las causas fundamentales del agotamiento.